Llegando muchas veces a fumarme sus palabras terminé entendiendo que no había mejor cenicero que sus abrazos, que allí podía resurgir como un fénix y volar de nuevo a un entierro del cual salir con vida. Aunque las luces de la ciudad sean como luciérnagas que se prenden y apagan, siempre encontraré luz en tu mirada. Gracias por enseñarme a conducir en curvas oxidadas.
- Un tal che boludo.
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