A veces no me reconozco a pesar de encontrarme todas las mañanas en mi taza de café. No, no todas las mañanas, hay días en que me despierto en la tarde, pero bueno, no importa. Al despertar busco algún cajón en el que puedan aguardar las interminables horas para después sacarlas; sin embargo, ya todos están llenos. Entonces no queda más que volver a sentarme en esa esquina donde llega el sol, hablarme en silencio, perder el tiempo y ganar la vida hasta que se fundan los colores en el cielo y todo vuelva a empezar.
- Marianna.
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